Un farmacéutico barcelonés sin el juramento hipocrático.

En esta pequeña y estrecha calle de Barcelona, de nombre Plegamans (foto) hubo hace muchos años un farmacéutico muy famoso pues sus remedios eran fantásticos. Podía hacer medicinas para casi cualquier dolor. Poseía un conocimiento espectacular. 

Era gran amigo de un médico y juntos gastaban enormes fortunas en el juego. Les gustaba salir de noche, beber y apostar. Pero también perdían mucho dinero. 

Así que un día, al médico se le ocurrió una cosa al recibir la visita de una persona que tenía una familiae enferma. Resulta que la enferma era una anciana con mucho dinero y el familiar le preguntó al médico si sabía cuanto le quedaba de vida, pues le daba pena que sufriera y aparte quería heredar, pues necesitaba el dinero. 

Al médico se le ocurrió una idea, le dijo al futuro heredero que le podía recetar una cosa que acabaría con la vida de la anciana sin que nadie se diera cuenta. Este aceptó y el médico habló con el farmacéutico, que ávido de dinero aceptó y preparó el veneno. Así hicieron con muchas personas y continuaron con su vida de derroche y juego. 

Un día el médico le habló al farmacéutico de una anciana con mucho dinero, y le convenció para que se casara con ella y la envenenaran, así heredaría la enorme fortuna y podrían dedicarse a una vida de caprichos y juegos. 

El farmacéutico, a pesar de que no le gustaba la idea de casarse con una anciana, aceptó. Así que la conquistó con su buventud y buenas maneras y se casaron.

 El día de la boda hubo baile y celebración, y en el brindis, el farmacéutico echó veneno en la copa de la anciana, que al poco se sintió indispuesta y acabó muriendo entre dolores. 

La gente comenzó a sospechar y atando cabos vieron que alrededor  del médico y el farmacéutico siempre moría gente. Así que les apretaron las tuercas y acabaron confesando los crímenes. 

Fueron condenados a la horca, muriendo los dos el mismo día y a la misma hora. 

Y todo esto ocurrió en esta estrecha calle barcelonesa...