La muchacha que dio nombre a la calle más corta de Barcelona

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En el corazón del antiguo barrio de la Ribera, entre fachadas que apenas dejan pasar la luz, se esconde una calle diminuta, casi un susurro de piedra: la calle Anisadeta, considerada la más corta de Barcelona. Pasa desapercibida para la mayoría de las y los barceloneses, pero su nombre conserva una de esas historias que Joan Amades recogió con la minuciosidad de un anticuario de almas.

Según narró Amades en su Costumari Català, allí vivió una muchacha que vendía anís a los marineros que desembarcaban en la zona del antiguo puerto. Su trato amable, dicen, atrajo a más de un pretendiente insistente. La presión, el acoso y la obstinación de algunos hombres para casarse con ella terminaron convirtiendo la callejuela en una especie de encierro cotidiano.

La joven, lejos de someterse a las normas de su tiempo, tomó una decisión que —legendaria o no— ha quedado como símbolo de carácter: huyó. No por miedo, sino buscando una vida donde nadie pudiera decidir por ella.

Desde entonces, la tradición oral asegura que, en noches muy tranquilas, parece que algo ligero recorre los peldaños de la calle. No es un fantasma ni un lamento: es solo la sensación fugaz de un paso que se aleja, como si la ciudad recordara la determinación de aquella muchacha.

Una libertad que, desde uno de los rincones más pequeños de Barcelona, sigue siendo enorme.

¿Conocías esta pequeña leyenda recogida por Amades? ¿Qué te sugiere este rincón diminuto de la ciudad?