El Call menor de Barcelona y la revuelta antijudía de 1391
La calle Rauric, en pleno corazón del Gòtic, fue en el siglo XIV una de las vías que formaban parte del Call menor, el pequeño barrio judío de la Barcelona medieval. Por aquí se abría una de las puertas de entrada y salida de aquel recinto amurallado donde la comunidad hebrea vivía, comerciaba y estudiaba.
El Call menor se consolidó tras la expulsión de los judíos de Francia en 1306, cuando muchas familias buscaron refugio en la ciudad condal. Barcelona se convirtió entonces en uno de los centros judíos más importantes de la Corona de Aragón.
🕎 Los judíos de la época eran considerados propiedad del rey. El monarca Jaume II lo dejó por escrito en una carta al arzobispo de Tarragona, fechada el 19 de marzo de 1300, donde afirmaba con frialdad jurídica:
> “En Catalunya todo el mundo sabe que todos los judíos de todas las ciudades y otros sitios de Catalunya son propiedad de nuestra cámara. Por eso podemos, y así es costumbre desde hace muchos años, Nos y nuestros predecesores, imponerles tributos, subsidios, colectas y cualquier otra petición que tengamos, a voluntad nuestra.”
Esa frase resume una relación desigual, donde la protección real se mezclaba con el control fiscal y la dependencia absoluta.
⚖️ Pero la seguridad no duró. En el verano de 1391, una ola de violencia antijudía estalló en Almería y se extendió por toda la península hasta alcanzar Barcelona. Aquí, la revuelta duró tres días y destruyó buena parte del Call.
Se calcula que unos 300 judíos fueron asesinados.
El testimonio más directo lo dejó Hasday Cresques, destacado miembro de la comunidad judía de la Corona de Aragón, en una carta enviada a los judíos de Aviñón:
> “El sábado pasado (5 de agosto de 1391) el Señor vertió su ira como fuego, menospreciando su templo, profanó la corona de su Torá, la comunidad judía de Barcelona, sin contemplaciones.”
📜 La carta continúa, y su tono revela el desconcierto y la devastación que siguieron a la matanza.
Aun así, Barcelona no fue la más cruel: aquí no hubo instigación directa de las autoridades, y muchos de los asaltantes llegaron de fuera. Se intentó cerrar las puertas de la ciudad, pero no fue posible detenerlos a todos.
Hoy, al pasar por la estrecha calle Rauric, cuesta imaginar lo que aquí ocurrió. Bajo el ruido de la ciudad moderna, todavía resuena el silencio de un barrio borrado, donde la fe y el miedo convivieron hasta su destrucción. ⚜️


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